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La Paz

domingo, 18 de abril de 2010

BUÑUEL: Hombre de cine

Cabría pensar que a estas alturas resulta difícil añadir algo nuevo sobre Buñuel. Sin embargo, existen motivos para sospechar que, a pesar de todo, don Luis no es, hoy por hoy, un cineasta plenamente conocido. Existen dos razones para apoyar esta teoría: una, la propia idiosincrasia de su cine, indefinible por naturaleza, otra, las incompletas ópticas de muchos de sus analistas, que han ofrecido visiones demasiado fragmentadas según las cuales hay un Buñuel surrealista, ateo, anarquista, marxista, determinista, humanista,…Pero estos atributos se refieren a un terreno netamente conceptual, alejado de lo específicamente fílmico, soslayando así un hecho imprescindible: el hombre que ha elegido un medio expresivo concreto (el cine) como vehículo de comunicación.
Pese a ello la obra de este director sigue siendo inclasificable y va más allá de cualquier concepción hermética y limitada. Y es que, conocer absolutamente el cine de Buñuel, sería tanto como adentrarnos en el reino de lo irracional, una aventura a la que hay que asistir sin equipajes.

FICHA TÉCNICA

Director: Luis BuñuelGuión: Luis Buñuel y Salvador Dalí
Personajes: Pierre Batcheff y Simone Mareuil (los jóvenes), Jaume Miravitlles y Salvador Dalí (maristas), Luis Buñuel (el joven de la cuchilla de afeitar).
Director de fotografía: Albert Duverger
Montaje: Luis Buñuel
Decorados: Pierre Schilzneck
Música: Fragmentos de “Tristán e Isolda”, (Richard Wagner), de Beethoven y canciones polulares (tangos) seleccionados por L: Buñuel
Productor: Luis Buñuel, París
Año: 1929
Duración: 17’

SINOPSIS

La película comienza con un prólogo introducido por el proverbial Érase una vez... Un hombre (Buñuel) afila su navaja de afeitar junto a un balcón y, tras observar cómo una delgada nube se dispone a atravesar el globo lunar, secciona el ojo de una mujer (Simone Mareuil) con la navaja barbera.
Nuevo rótulo: Ocho años después. Un ciclista (Pierre Batcheff) pedalea a lo largo de una calle desierta, con la cabeza, las caderas y las espaldas envueltas en manteletes blancos. Sobre el pecho lleva una caja con listas diagonales. Mediante montaje alterno vemos a la joven del prólogo leyendo un libro en una habitación; como si hubiera «sentido» la presencia del ciclista, se levanta y tira el libro en un diván próximo, dejando ver La encajera de Vermeer. El ciclista cae contra la acera y ella se precipita escaleras abajo hasta la calle, besándolo frenéticamente.
De vuelta al cuarto, dispone sobre la cama los manteletes, la caja, el cuello almidonado que llevaba el caído y una corbata, como si recompusiera la imagen de un cuerpo tendido. Al darse la vuelta ve al mismo personaje mirando unas hormigas que salen de un agujero negro en su mano derecha y que, mediante fundido encadenado, se convierten en los pelos axilares de una joven tendida al sol, posteriormente en un erizo de mar, para rematar ‑por apertura del iris‑ en un grupo de personas que rodean en la calle a una mujer de aspecto andrógino que tantea con su bastón una mano cortada que yace en el suelo. Un policía la recoge y se la entrega, tras meterla en la caja que llevaba el ciclista.
Los dos personajes interpretados por Simone Mareuil y Pierre Batcheff han visto toda la escena desde la habitación y también cómo, poco después, la mujer de aspecto andrógino es arrollada por un automóvil. El atropello hace entrar al protagonista en un estado de gran excitación, que le lleva a acometer a la joven a los acordes de un tango y a palpar sus pechos (que, por montaje encadenado, se confunden con sus nalgas desnudas). Una baba sanguinolenta cae de su boca, en una asociación que Buñuel ha explicado así: «Por razones que no se me alcanzan, he encontrado siempre en el acto sexual una cierta similitud con la muerte, una relación secreta pero constante. Incluso he intentado traducir ese sentimiento inexplicable a imágenes en Un perro andaluz, cuando el hombre acaricia los senos desnudos de la mujer y, de pronto, se le pone cara de muerto. ¿Será porque durante mi infancia y mi juventud fui víctima de la opresión sexual más feroz que haya conocido la Historia?»
Para defenderse de su acoso, ella le amenaza con una raqueta; Batcheff, como, si fuera la cosa más natural del mundo, busca algo por el suelo con que responderle, y encuentra una cuerda, tirando de la cual aparecen dos planchas de corcho, un melón, dos maristas (uno de ellos interpretado por Salvador Dalí) y dos pianos de cola con sendos burros podridos encima. La joven emprende la huida, atrapando con una puerta la mano de él, de cuya palma parecen brotar hormigas. El cuarto al que pasa la joven es idéntico al que deja atrás, y sobre la cama se halla tendido el personaje atrapado al otro lado de la puerta, con todos sus adminículos (manteletes, caja, etc.)
Nuevo rótulo: Hacia las tres de la madrugada. Un personaje llama a la puerta de entrada del piso y ordena a Batcheff que se levante de la cama y arroje sus adminículos por la ventana. Al darse la vuelta se ve moverse al recién llegado en flou y al ralentí y se comprueba que es Batcheff varios años más joven. Como en un castigo escolar, el recién llegado pone al ciclista de cara a la pared, cargados los brazos con libros que no tardan en convertirse en revólveres con los que tirotea a su doble, que cae en la siguiente toma contra el torso desnudo de una mujer en un parque, donde es recogido por los transeúntes que por allí pasean.
Simone Mareuil entra en la habitación que ya conocemos, viendo en la pared una mariposa que tiene en su tórax una mancha blanca que recuerda una calavera y al ciclista, cuya boca desaparece para ser sustituida por los pelos del sobaco de la joven. Ésta abre la puerta y sale directamente a una playa donde le espera un tercer personaje, con el que pasea por la arena, donde sus pies tropiezan con las correas, la caja rayada, los manteletes y la bicicleta. En sobreimpresión sobre el cielo aparece la leyenda En primavera. Y se ve, en un desierto sin horizonte, enterrados hasta el pecho, al protagonista y a la joven, «ciegos, con los vestidos desgarrados, devorados por los rayos del sol y un enjambre de insectos» (concluía el guión original).




“Un perro andaluz fue un film antivanguardista, nada te­nía que ver con la vanguardia cinematográfica de entonces. Ni en el fondo ni en la forma”.

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